domingo, 3 de marzo de 2013

Sweet cold

 

‘’Mirándote la mano derecha mientras sujetas la pluma estilográfica negra que utilizas para escribir este diario, piensas en Keats mirándose la mano derecha en circunstancias similares, en el acto de componer uno de sus últimos poemas e interrumpiéndose de pronto para garabatear ocho versos al margen de la página, la amarga protesta de un hombre sabedor de que estaba destinado a la tumba antes de tiempo, oscuramente subrayado por la palabra ahora del primer verso, porque cada ahora supone necesariamente un después, ¿y qué después podría contemplar Keats sino la perspectiva de su propia muerte?

Esta mano viva, ahora tibia y capaz

de apretar con fuerza, si estuviera fría

y en el glacial silencio de la tumba

te perseguiría cada día y de noche tus sueños helaría

hasta que desearas dejar tu corazón sin sangre

para que en mis venas la roja vida fluyera otra vez

y tu conciencia se calmara…,mira, aquí está…,

la tiendo hacia ti.

Keats en primer lugar, pero cuando piensas en Esta mano viva te acuerdas de una historia que te contaron una vez sobre James Joyce: Joyce en París en el decenio de 1920, circulando por una fiesta hace ochenta y cinco años cuando una mujer se le acerca y le pregunta si puede estrechar la mano que escribió el Ulises. En vez de tenderle la mano derecha, Joyce la levanta en el aire, la estudia unos momentos y dice: <Permítame recordarle, señora, que esta mano también ha hecho otras muchas cosas.> Nada de detalles, pero qué deliciosa muestra de indecencia y connotación, tanto más eficaz en cuanto que todo lo dejó a la imaginación de la mujer. ¿Cómo quería que lo viese? Limpiándose el culo, probablemente, hurgándose la nariz, masturbándose en la cama por la noche, metiendo los dedos a Nora en el coño y haciéndole cosquillas en el ojete, reventándose espinillas, quitándose comida de entre los dientes, arrancándose pelos de la nariz, sacándose cerumen de los oídos; pueden rellenarse los espacios en blanco según convenga, teniendo en cuenta el aspecto fundamental: lo que más asco produjera a la mujer. Tus manos te han servido en tareas similares, desde luego, las manos de todo el mundo han hecho esas cosas, pero principalmente se utilizan en tareas que requieren poco o ningún esfuerzo mental. Abrir y cerrar puertas, poner bombillas haciéndolas girar en el casquillo, marcar números de teléfono, lavar platos, pasar páginas de libros, sujetar la pluma, cepillarte los dientes, secarte el pelo, doblar toallas, sacar dinero de la cartera, llevar bolsas de la compra, pasar tu abono por los molinetes del metro, pulsar botones en máquinas, recoger por la mañana el periódico de los escalones de la entrada, abrir la cama, enseñar el billete al revisor del tren, tirar de la cadena del retrete, encender tus puritos, apagarlos en el cenicero, ponerte los pantalones, quitártelos, atarte los zapatos, echarte espuma de afeitar en la punta de los dedos, aplaudir en conciertos y obras de teatro, meter la llave en la cerradura, rascarte la cara, rascarte el brazo, rascarte el culo, tirar de maletas con ruedas en aeropuertos, deshacer el equipaje, colgar tus camisas en perchas, subirte la cremallera del pantalón, abrocharte el cinturón, abotonarte la chaqueta, hacerte el nudo de la corbata, tamborilear con los dedos en la mesa, cargar papel en tu aparato de fax, arrancar talones del talonario, abrir cajas de té, encender la luz, apagarla, ahuecar la almohada ates de acostarte. Esas mismas manos han dado a veces puñetazos a gente (como se ha mencionado anteriormente), y en tres o cuatro ocasiones, en momentos de intensa frustración, también han golpeado paredes. Han arrojado platos al suelo, los han dejado caer y los han recogido. Tu mano derecha ha estrechado más manos de las que te sería posible contar, te ha sonado la nariz, limpiado el culo y dicho adiós muchas más veces que palabras tiene el diccionario más voluminoso. Tus manos han tenido en ellas el cuerpo de tus hijos, han limpiado el culo y sonado las narices de tus hijos, han bañado a tus hijos, han frotado la espalda y enjugado las lágrimas de tus hijos, han acariciado las caras de tus hijos. Han palmeado el hombro de amigos, compañeros de trabajo y parientes. Han empujado, dado empellones y levantado a gente del suelo, aferrado los brazos de gente a punto de caerse al suelo, empujado la silla de ruedas de quienes no podían andar. Han acariciado el cuerpo de mujeres vestidas y desnudas. Han recorrido toda la piel desnuda de tu mujer y encontrado el camino hacia cada parte de su ser. Ahí es donde son más felices, crees tú, desde el día en que la conociste ahí es donde han sido más felices, porque parafraseando un verso de un poema de George Oppen, algunos de los sitios más hermosos del mundo están en el cuerpo de tu mujer.’’

Auster, Paul. Diario de invierno. Barcelona, Anagrama, 2012.

2013-02-27 10.04.152013-02-27 10.04.25

‘’Aunque tenía el estudio listo en su cabeza, pensaba, seguía experimentando para completar aún más el estudio, aunque lo tenía listo en su cabeza, con independencia del hecho de que podría escribir el estudio en cualquier instante, sin necesidad de temer no tenerlo completo en la cabeza, cuando tuviera la posibilidad de escribirlo repentinamente. Llenaba el tiempo hasta su redacción, en la que creía continuamente y con la mayor seguridad, con experimentos. La verdad era que, una vez que se había decidido uno por un estudio así, nunca podía ocuparse uno bastante con el método de Urbantschitsch, le dijo al parecer a Fro. Y cuando se habían realizado experimentos como los que él realizaba desde hacía tanto tiempo, no se podía interrumpir de pronto esos experimentos, porque entonces lo echaba uno todo a perder. Y si él no hubiera tenido a su mujer, que se sacrificaba totalmente por él, no habría tenido el estudio en la cabeza. Ella le hacia posible una y otra vez, cada día y a cada instante, su estudio. Ejemplo y ejemplos y, una y otra vez, nada más que ejemplos eran los que le habían hecho posible el estudio. El experimentador, pensaba, no tenía que hacer más que experimentar, él no se preguntaba ya, en definitiva, por qué experimentaba, no tenía que hacerse esa pregunta, experimentaba a morir. Era más fácil experimentar con frases breves, dijo al parecer, más fácil aún con palabras aisladas, y lo más fácil de todo, sólo con vocales. Más complicado, más fatigoso y, sobre todo, para ella, su mujer, más agotador, con las llamadas frases intrincadas de elementos múltiples, largas y larguísimas frases con las que, sin embargo, le causaba el mayor placer experimentar. Por ejemplo con la frase: Las relaciones que, como sabes, nada tienen que ver con la relación pero, sin embargo, se relacionan de la forma más delicada con las relaciones de la relación que nada tiene que ver con la relación, y así sucesivamente. Se podía decir también que todo aquello era demencial, pero entonces habría que decir también que todo era demencial, en realidad todo era efectivamente demencial, pero nadie se atrevía a afirmar que todo era demencial, porque entonces todos afirmaban que él, el que lo afirmaba, era un demente, y luego todo cesaba por sí solo, dijo Konrad al parecer. Los hombres (y la Humanidad) existían, al fin y al cabo, precisamente, a causa de su (extrema) inconsecuencia. Para él, Konrad, no había ya más que frases experimentales, dijo al parecer, y pensaba que, para él, no había ya más que experimentos, todo era para él nada más que experimentos, sencillamente todo, y dijo al parecer: naturalmente, no dependía de la longitud de las frases, como tampoco dependía de la brevedad de las frases (o de las palabras), no sólo, por ejemplo, de la a y la o y la i y la u, sino siempre de todo.’’

Bernhard, Thomas. La Calera. Madrid, Alianza, 1984.

 

¿Alguien reconoce que no le gusta la música clásica? Aquí está Benjamin Zander, con su increíble optimismo y liderazgo para refutar todo lo que le digáis. Tomaros un descanso. 

 

 

Hoy suena a The Men y su nuevo DISCAZO –> New Moon. No dejan de asombrarme, cosa difícil tras Open your heart. Ambos altamente recomendables. ♥ The Men

Me costó escoger el tema. Hoy me decanto por I saw her face:

♥♥♥

Take me away                    Take me away

To that special place          To that special place

Where the sky is blue         Where it says loves on the door

And the love is great          And I can see her face

Podéis escuchar el CD completo en Pitchfork.

 

En un país en el que es TT #SalvemosAArgi todos deberíais (auto)inmolaros.

Por el bien común.

Por Argi.

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