viernes, 1 de febrero de 2013

El continuo retorno

 

Esta tarde he salido en busca de Monográfico. Monográfico es un fanzine que descubrí gracias a un profesor que tuvo la genial idea de leer a sus alumnos un fragmento en clase. El fragmento en cuestión despertó mi interés (como el de cualquier ser humano en sus condiciones de curiosidad normales) porque repetía demasiadas veces, de una manera anormal, la palabra ‘ano’

 

El pasado noviembre incluso oí: El ano es el centro del universo. Algo irrefutable.

 

El caso es que, después de utilizar todos mis recursos de búsqueda (google) y no encontrar nada, recurrí a Fernando para que me informase. Este, al que estoy muy agradecida, me puso en contacto con el editor de dicho fanzine que me mandó algunos ejemplares y me informó sobre los puntos en los que se distribuye (gratuitamente). Pues bien, así fui esta tarde a Tribunal, al igual que en diciembre y en noviembre, pero por desgracia, los sitios estaban cerrados. Y yo y mi desilusión nos fuimos al vertedero.

Sin embargo, me valdré de cosas muy destacables de lo que ya poseo… Aunque prometo más (si es posible)

 

Agamenón. Volví del supermercado y le di una paliza a mi hijo 1. (Monográfico, nº 164. Rodrigogarcia.es)

Volví del supermercado y le di una paliza a mi hijo. Volví y me di cuenta de que había comprado dos o tres veces las mismas cosas Y que, para colmo, había comprado un montón de cosas que odio. Dije: Vamos a ir al supermercado todos juntos, a pasar la puta tarde. Que a vosotros os encanta pasar la puta tarde en el supermercado. Pero al final recapacité y dije: ¡Mejor os quedáis en casa, que voy yo solo y ya vais a ver que sorpresas!. Voy a sorprender a la familia y voy a hacer la compra para todo el mes yo solo. Llego al supermercado y me lanzo. Cojo tres carros. Voy lanzado. Y la cajera me dice: Usted no puede coger tres carros; son muchos carros. Y yo le digo: Gilipollas de mierda. Tú no sabes lo que es tener una familia numerosa; yo tampoco porque yo no tengo una familia numerosa pero vengo a hacer la compra para todo el mes. Y la tía me dice: ¡Haz lo que te dé la gana, fantasma! Ato un carro a otro carro y a ese carro el tercer carro. Ato los tres carros como si fueran un trenecito de esos que se usan para pasear a los turistas por los sitios turísticos y no sé si empujar o tirar de los carros. Tirar, joder. O sea que voy al supermercado tirando del primer carro y metiendo de todo en todos los carros. Pensé en dividir los carros: Alimentos, limpieza, yo que sé. Al final pasé y empecé a meter a lo loco todo mezclado. Así cuando llego a casa con la compra la sorpresa es más grande. Abren las bolsas y se encuentran todo revuelto ¡Y flipan!. Y cada vez que meto algo nuevo, pienso: Lo estás haciendo de puta madre. Esto que has comprado es de puta madre. Tengo los tres carros a tope. No falta de nada. Llego a la caja. Y empiezo a llenar de productos la cinta transportadora. Y miro cómo se alejan los productos. Y la cajera les pasa el escáner rojo por encima. Como si dejara a un preso en libertad. Y veo lo que he comprado. Y me quedo perplejo: Compré pan integral cuando yo odio el pan integral. Y compré seis cajas de leche entera cuando en casa tomamos leche desnatada. Y compré yogures azucarados pensando que eran yogures naturales. Y compré papel higiénico perfumado, cuando yo no puedo limpiarme el culo con algo que huele a perfume. Y compré varios kilos de chuletas de cordero cuando no tenemos barbacoa ni lugar donde hacerlas fuera de casa y mi mujer no aguanta que la cocina apeste a humo. Y compré salsa tártara convencido de que era mayonesa. Y compré quince botes de gazpacho pensando que se trataba de tomate triturado natural. Y compré cien botellas de agua mineral cuando en casa el agua corriente es cojonuda y se puede beber sin problema.

Y compré pasta de todo tipo: Macarrones cuando mi hijo odia los macarrones. Pasta al huevo, cuando mi mujer es alérgica al huevo. Y pasta verde cuando todos en casa detestamos las espinacas. Y compré un ambientador para el hogar de olor a pino, que me trae unos recuerdos infames de la casa de mis padres agamenón. Volví del supermercado y le di una paliza a mi hijo. Y compré otro ambientador que huele a limón, tan asqueroso que casi es más tolerable que el que huele a pino a pesar de los malos recuerdos. Y compré toallitas para la cara, cuando no soporto esa mierda húmeda encima de la piel. Y me olvidé de comprar lo que realmente necesitábamos, joder. Me olvidé de comprar las cuatro chorradas que necesitábamos, joder. Y me pillé un rebote de la leche. Y le dije a la cajera: Toma gilipollas de mierda, coge la Visa y métetela por el culo. Y la cajera me responde: Si me das el número secreto, hasta te la chupo. Qué sentido del humor tan elemental, le digo. Y firmo. Y lleno el coche. Y llego a casa. Abro la puerta y le suelto a mi mujer: Cariño: creo que esta tarde va a haber hostias para todo el mundo; creo que hoy se rifan hostias y tú y tu hijo tenéis todos los boletos. Y mi mujer me mira y se ríe porque piensa que estoy de coña. Y es ahí cuando le suelto el primer guantazo a mi mujer. Por andarse con chorradas. Y cae contra la mesa de la cocina y se ríe ¡Conserva el buen humor la tía! ¿Compraste algodones?, me dice. Pásame uno, joder. Y yo me pongo de los nervios. Porque me olvidé de comprar algodones y alcohol y agua oxigenada. Y un montón de cosas que tenía que comprar. Y traigo a casa el coche lleno de mierda que no va a servir de nada, joder. Y eso me jode tanto que le digo a mi mujer. Mira, te voy a dar una hostia más a ti y me voy a liar un rato con el niño. Y le doy una hostia y la tía se marcha por algodones. Y yo me voy a buscar al niño y a darle lo que se dice una buena mano de hostias. Y compré pilas para la Game Boy del niño que no eran del tamaño adecuado, joder. Y cuando el niño me dice: Las pilas que compraste para la Game Boy son pilas que sirven para la radio y para el despertador pero no sirven para la Game Boy. Le suelto la primera hostia. A tu padre no le hablas así. Y le cae la segunda hostia. La segunda hostia y la tercera hostia. La tercera hostia y la cuarta hostia. Y así sumo hostias hasta que ya estamos en condiciones de llamarle a todas esas hostias juntas. <Una mano de hostias>. Y sigo dándole de hostias hasta que a aquello ya se le puede llamar <una buena mano de hostias>. Y sigo repartiendo hostias hasta que aquella <buena mano de hostias> se convierte en una auténtica paliza. Y cuando veo que ya se me va la mano –bonita frase: <Se me va la mano>– paro. Porque hay que evitar ir al hospital. Hay que evitar ir al hospital y explicar a desconocidos –lo que se dice: ventilar– los asuntos familiares que son lo más importante de tu vida y lo que más amas en este mundo. Porque es lamentable y degradante andar de hospital en hospital aireando tu vida privada ya sea porque te has pasado follando o porque te has pasado pegando. Odio la ficha, todo tipo de ficha y formulario. Y cada vez que hay que poner datos en un papel tiemblo, lloro y babeo y mojo y arrugo el papel en vez de rellenarlo y me sacan de la comisaría, del aeropuerto o de la Dirección General de Tráfico a patadas y me libro de rellenar nada con mis datos. Y para evitar el hospital y evitar las fichas y esas cosas, paro un poco de hostiar al niño. Y voy al baño a por mi mujer y los cojo a los dos por el pelo y les digo: ¡Nos vamos a ir a cenar fuera, joder! A un restaurante agamenón. Y ellos se ponen más felices que un tonto con lápiz.

Lo que sería deconstrucción humana.

MG. 155. Miguel NogueraMG. 156. Kepa Garraza 

MG. 155. Paco Alcazar

MG. 155. Nase

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los que van a morir (que mencioné en el otro post y al cual no voy a poner un enlace porque solo hay una entrada anterior a esta…) es un libro bastante entretenido. Se lee rápido. Aunque no es el tipo de libros que yo tendría en mi biblioteca. Se desarrolla en torno a un posible homicidio y al descubrimiento de tres escritos de la víctima, dos de los cuales relatan hechos relacionados con la corrupción, la mafia, el comercio ilegal de obras de arte, y la vida íntima del muerto, en este caso un artista; y además conllevará al descubrimiento de un lienzo de los Antiguos Maestros ¿Auténtico o falso? …

<Lo mismo ocurre con los falsificadores. Si uno observa detenidamente cualquiera de sus obras, acaba saliendo a relucir el período en que se pintó de veras, y no aquel en que supuestamente se pintó. Por supuesto, es algo que facilita la detección de las falsificaciones de cuadros antiguos hechas en los años cuarenta o cincuenta, por ejemplo. Las falsificaciones que se hacen ahora son más difíciles de descubrir, no porque sean mejores, sino porque somos incapaces de distinguir el estilo de nuestro propio tiempo. Lo tenemos demasiado cerca.>

<Angela solía decir que jamás querría tener hijos, era casi una filosofía de vida. Que si los niños convertían a los padres en seres asexuados, que si eran pequeños capitalistas obsesionados con Disney, que si te robaban la juventud para reemplazarla por la suya… Además, el planeta ya estaba bastante poblado, y….>

Fitzgerald, Conor. Los que van a morir. Mondadori, Barcelona. 2012.

 

 

El aburrimiento es un invento del siglo XX

jA

Esta idea maxiana para dar cuenta de mi facilidad con el humor.

Max. Genio Creativo.

Presidente YA.

 

 

Uno de los días de la semana pasada me quedé dormida con Shields en repeat durante dos horas (paraíso). Gran siesta. Mejores sueños. Es indescriptible lo que uno puede soñar desconociendo tales vivencias. Bendito inconsciente. Altamente recomendable.

Hoy suena a Grizzly Bear.  Yet again http://open.spotify.com/track/202QyrB6Q3Kimsr7KqJut3

 

 

Buenos aquellos

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